"Queremos ser la voz de los sin voz"
"Queremos ser la voz de los sin voz"
Violentadas sexualmente por familiares dentro de sus casas, jóvenes bolivianas crean una red de víctimas y vienen a publico contar sus historias.
Las historias pasaron hace más de 10 años, pero contarlas todavía las hacen llorar. Las niñas se abrazan y se dan las manos a la hora de hablar. Todas tenían menos de 12 años de edad cuando fueron violadas por familiares cercanos dentro de sus propias casas.
El grupo de jóvenes se conoció en el CUBE (Centro Una Brisa de Esperanza), fundado en la ciudad de Cochabamba, Bolivia, en 2004, por Brisa de Angulo, ella también una víctima. El espacio fue el primero del país dedicado a atender a niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia sexual.
Una encuesta de 2009 hecha en escuelas públicas de Cochabamba, conducida por De Angulo, muestra que una de cada tres niñas y uno de cada cuatro niños en esa comunidad son abusados sexualmente antes de cumplir los 18 años. El silencio sobre las violencias sufridas está en vigor: el 70% de las víctimas mantuvieron el secreto de familiares, amigos y autoridades.
En la infancia De Angulo fue violada y torturada repetidamente por un miembro de la familia. "Cuando fui a la Justicia, pasé por un fiscal que amenazaba detenerme, jueces que no querían aceptar mi caso y después de años lo llevaron al Tribunal de Agricultura y Ganadería, y un médico forense que me dejó desnuda delante de estudiantes de medicina, a pesar de haber pedido en llantos que él retirara a los estudiantes ", cuenta.
A causa de su denuncia sufrió intentos de asesinato y de secuestro, y su casa fue incendiada y apedreada. Fue después de esa experiencia traumática que resolvió crear el CUBE, a los 17 años. Desde entonces el espacio ha prestado asistencia legal, social y psicológica gratuita a más de 1.800 víctimas.
Las niñas también se volvieron activistas y crearon una red de niños, ninãs y adolescentes contra la violencia sexual hace dos años: "Vamos a luchar y hacernos escuchar por todos los que están en silencio", dice Tamar Molina, una de las integrantes.
Lea a continuación los testimonios:
Tamar Perez Molina, 22 años, estudiante de Linguística
Violentada sexualmente por su padre cuando tenía 12 años
Cuando yo tenía 12 años, mi madre viajó al exterior y fuimos a vivir con mi papá. En una de las veces que llegaba borracho, empezó a acercarse a mí, a tocarme y me amenazaba con que iba a lastimar mis otros dos hermanos. Vivíamos los tres con él.
La primera vez dijo que solo estábamos jugando, que íbamos a pasar bien. Iba a mi cama en las noches cuando estábamos durmiendo, se acercaba, me susurraba que no dijera nada. Tenía mucho miedo y no sabía lo que estaba pasando. Pensaba que era mi culpa por vestirme raro, por caminar raro. En la ducha igual, me tocaba, me desvestía y me violaba. En el auto cuando estaba borracho me hacía chupar su pene.
Después llegó mi mamá, se divorció de él porque ya tenían problemas y me fui a vivir con ella. No conté nada porque tenía mucho miedo.
Cuando tenía 15 años, mi mamá regresó con él. No dije nada, mi mamá estaba muy sola, triste, nos faltaba dinero, no teníamos donde vivir, no teníamos nada.
Mi mamá se embarazó y de nuevo empezó. Ahí fue cuando volvió a tocarme.
La única forma de defenderme fue cortándome. Tengo muchas cortadas, tengo tatuajes en mis cortadas porque era la única manera de liberarme. No quería lastimar a mi mamá y a mis hermanos.
La última vez que quiso abusar de mi fue cuando estaba en mi cuarto haciendo mi tarea. Empezó a tocarme, me tiró a la cama y me estaba bajando el pantalón.
Lo dije que no quería nada y que iba a avisar a mi mamá. Él se fue. En ese día me corté mis manos y no le dije a mi mamá.
Antes era una persona muy callada, reservada, no me gustaba convivir con nadie. Me gusta más la persona que soy ahora porque la anterior era depresiva, buscaba una forma de desaparecer de este mundo y no estar más aquí.
Después mis padres se separaron de nuevo. Un día llegué tarde en casa después del trabajo y me mamá se quedó enojada y dijo que iba a mandarme a vivir con mi padre. Me dio mucho miedo, empecé a temblar y dije que no quería. Ahí lo conté todo. Se puso a llorar. Fue lo más horroroso que he visto en mi vida, se puso de rodillas y pensaba que tenía la culpa. Fuimos a la EPI (Estación Policial Integral), les conté que mi papá abusaba de mí y me dijeron que tenía que irme a otra EPI. Fui a la otra dependencia y tuve que contar de nuevo todo lo que pasó. Me mandaron ir a una fiscalía y tuve que contar de nuevo. Fueron tres veces. Tenía mucha rabia y dolor porque no me gustaba hablar de eso. Cuando me llevaron al médico forense, me dijo que no tenía nada.
Mi mamá estaba súper triste y pensé que no iba a tener justicia después de todo lo vivido. Si no hubiera dicho que tenía un dolor, porque mi papá me dejó una infección, el médico no diría nada porque no me revisó. Antes de eso el médico me preguntó si estaba segura de que quería denunciar a mi padre. Sacó a mi mamá para hablar conmigo. Lo miré y no le dije nada. Me dijo que estaba jugando con algo muy grave.
La familia de mi papá fue a mi colegio a pedirme que no mintiera. Entonces lo agarraron, gracias a que mi hermano le dijo que quería darle dinero. Se encontraron en el aeropuerto y mi mamá se fue con la policía. Está preso. Mi caso ha terminado. Lo confesó. Lo que no me gustaba era tener que encontrar mi historia en los juzgados. Estaba toda su familia, sus tíos, hermanos, mirándome y él llegaba, me miraba, no me quitaba la vista de encima. Y mi mamá me decía que no los mirara. Yo temblaba. Al final le dieron 15 años de prisón.
Maria del Carmen Martinez, 20 años, estudiante de Psicología
Violentada sexualmente por sus primos cuando tenía 7 años
Vivíamos en la casa de mi papá con casi toda su familia, sus hermanos, sobrinos. No nos llevamos muy bien con su familia. Nos cortaban la ropa, nos hacían de todo. Mi papá viajaba, su trabajo era viajar a La Paz. Ya tenía 7 años y dos primos hermanos vivían dos pisos debajo del mío, eran dos pisos. Uno de mis primos subió, mi primo menor, y yo me quedaba solita porque mi hermano estaba en la iglesia. Mi primo subía y decía que íbamos a jugar y empezaba a tocarme. Él tenía como 13 años. Yo no dije nada porque no entendía tampoco lo que estaba pasando.
Mi primo subía constantemente a mi habitación porque me quedaba sola todas las tardes. Hasta que un día me empezó a desvestir, me botó en la cama, sacó toda mi ropa y abusó de mí. Me dijo que no contara a nadie lo que pasó y me amenazó con hacerle lo mismo a mis hermanas. Me dijo que me iba a matar y que si contaba algo a mi papá tampoco me lo iba a creer. Varias veces venía a mi cuarto o me llevaba al baño. Me hacía tocarle y me amenazaba.
Una vez, que estaba solita, me bajó a su cuarto y allí estaban mis dos primos y los dos abusaron de mí. Me amarraron mis brazos a la cama y taparon mi boca. Luego me amenazaron. Yo no decía nada por miedo. Eso duró hasta mis 11 años, cuando me fui de esta casa.
Mi mamá ya tenía muchos problemas. A ella la golpeaban los hermanos de mi papá. Mi mamá se había divorciado de mi papá. Y yo tampoco le hablé.
Después de un tiempo del colegio, llamaron a mi mamá, que algo había pasado con mi hermanita y la llevaron a la psicóloga. Dijeron que habían hecho un taller y que mi hermanita había escrito una carta y se supo que mi primo menor le había hecho lo mismo que a mi. Me sentí muy mal porque sabía que era mi culpa. Si hubiera hablado no le hubiera pasado nada a ella. Yo empecé a cortarme los brazos en el colegio porque me sentía muy culpable por eso. Ella tenía 6 años. Igual me llevaron al psicólogo del colegio, pero tampoco hablé y le dije a mi mamá que no había pasado nada.
Me empezaron a dar pesadillas con lo que había pasado y constantemente no podía dormir. Un día llegué a mi casa y no aguanté más. A los 17 años le todo conté a mi mamá. Porque ella veía mis cortes en los brazos, ya tenía muchos. Dejé de comer. Empecé a provocarme vómitos, bajé de peso. Le conté, le dije que mis primos abusaran de mi desde los 7 hasta los 11 años. Se puso a llorar.
Me puso muy mal cuando la vi así. A veces hubiera preferido no contarle para no causarle tanto daño.
Y ella fue a CUBE. Conocía a CUBE, la fundación de Brisa, porque a mi hermana mayor igual la violaron. Otro tipo que vivía en la casa de mi papá. Pero su caso había prescrito. Empezaron a darme apoyo. Estamos hace casi 1 año en el caso. En septiembre del año pasado los agarraron. Por una semana estuvieron presos.
La mamá de mis primos amenazó a mi mamá y ella tenía mucho miedo. Y igual tenía mucho miedo porque el colegio de mi hermanita es cerca de la casa de ellos.
Y luego hubo una audiencia donde les mandaron a detención domiciliaria. Hace poco se los retiraron. Ahora están libres. Hace poco yo vi a uno en la calle. Estaba en una moto. Me sentí muy mal, sentí mucho miedo.
Y empecé nuevamente con los cortes. Tengo más de 50 cortes en el cuerpo por todo eso que sufrí. Ahora estamos en que siga el proceso y se pueda hacer algo.
Karina Mancilla Bonifacio, 19 años, estudiante de Enfermería
Violentada sexualmente por un primo cuando tenía 8 años
Soy sobreviviente de violencia sexual que viví a los 8 años por un familiar cercano y en reiteradas oportunidades. Él tenía acceso a mi casa. Lo que quiero decir es que le cuando conté esto, mi mamá ya conocía CUBE por el caso de mi hermana mayor. En verdad no podía más con el trauma porque cuando iba al colegio me pasaba llorando, solo lloraba.
En un momento, cuando tenía 16 años, una persona totalmente ajena en el bus me tocó mis piernas y en ese momento me acordé de todo lo que había me pasado cuando niña y le conté a un compañero del colegio. Le conté a mi mamá y el peor que le puede pasar es ver a su mamá llorar.
En CUBE tuve que contar a una abogada. En ese mismo momento me llevaron a la revisión médica. El médico forense no me trató bien, me hizo echar en la cama sin explicarme nada y igual, fríamente, dijo que no tenía nada. Yo me sentí mal y me vestí. Justamente en ese día el agresor estaba ahí en esa institución por el caso de mi hermana. Y lo vi ahí. Me puse a temblar.
Me di cuenta de que en mi caso no iba a la Justicia porque el medico había dicho que no había nada. Entonces no iba nunca a encontrar justicia.
Sin embargo, me enviaron a un psicólogo y a un perito, nuevamente tuve que contar lo que pasó y ninguna de esas personas me dieron la confianza para que me sentiera libre para contar mi historia. Fue tanto que en un momento decidí yo callarme y bloquear muchos detalles. Como me callé ya no se procedió con mi caso. Me sentía tan lastimada por la justicia. Me sentía muy mal porque mi caso nunca había procedido en nada. Sentía que lo que me había pasado no valía nada para la Justicia. ¿Por que voy a recibir ayuda psicológica si no viví nada?
Al inicio en CUBE me sentaba en un rincón, no decía nada y luego me iba. Luego dio un tiempo decidi hacer parte de la red. No tanto porque quería ser líder sino porque tenía tanto miedo que no pude decir que no. Igual quería salirme de ahí. Estar en la red me dio fortaleza para luchar por esa causa. Porque hay muchos casos en que el médico forense dice que no ha pasado nada. Pero el trauma se queda. Decido hablar con ustedes porque en verdad hay muchos casos que no proceden porque el médico dice que físicamente no hay nada. Pero imagínese que sea una manera de proceder de los agresores, que se cuiden de no desgarrar para que no tengan responsabilidad con la justicia, pero satisfacen esa perversidad que tienen.
Somos historias de vida, ejemplos de qué tan mal está la justicia en Bolivia respecto a ese tema. Los profesionales no están capacitados para recibir casos de violencia sexual y nos tratan mal. Después de tanto dolor, no hay justicia al final. Venimos a decir un par de cosas por lo menos para que algo mejore. Queremos ser la voz de los sin voz.
En verdad tampoco es bonito contar, tampoco es bonito recordar siempre lo que te pasó, sin embargo, hablando una y otra vez, eso puede mejorar para los otros. Por eso estamos aquí y vale la pena llorar, recordar, solo para que esto mejore y solamente esperamos que nuestras propuestas valgan la pena y que pueden atender pronto para evitar destruir vidas.
Una persona que ha sufrido violencia sexual sufre de muchas maneras. Solamente le diría que no puede desarrollar su vida normal durante mucho tiempo. Y eso es frenarse en el proyecto de vida y olvidarse de tus sueños, no puedes volver a pesar que quieras estar ahí arriba volando. Estamos aquí representando una triste causa, pero lo vamos hacer mientras podamos para que esto cambie.
Delcy Mancilla Bonifacio, 22 años, estudiante de Comunicación Social
Violentada sexualmente por un primo cuando tenía 7 años
El caso que denuncio pasó cuando yo tenía 7 años y sucedió con mi primo. Pero mucho antes ya había tenido encuentros de este tipo con otros hombres. En ese momento yo no sabía nada. Estaba muy perdida.
La primera vez pasó cuando estaba con mi papá en un micro. Mi papá se sentó adelante y yo atrás. Un hombre se sentó justo detrás de mí y comenzó a tocarme. No me parecía correcto, pero luego pensaba, como la ciudad es muy agresiva, que iban a pegar a mi papá, no podía defenderlo y dejé que pasara. La persona se levantó de golpe y el único que pudo decir fue: “Papi…”. El tipo vio eso y bajó del micro.
Mi papá trabajaba en el área rural. No podía estudiar allí entonces fui a vivir en la ciudad, donde estaban mis primos. Mis papás iban a trabajar durante la semana y me recogían en los finales de semana.
Me quedaba en la casa de mis tíos. Un primo se acercó, en aquel tiempo me sentía muy sola y perdida. Empezó con juguetes y un día me metió al baño y allí empezó todo.
Yo tenía 7 años y él tenía unos 14 años. Fue todo el 2003. No sabía cómo soportar. Mis tíos no podían notar nada porque tienen renta baja y trabajan de las 5 de la mañana hasta las 10 de la noche. Entonces era todo el tiempo eso.
Después nos cambiamos de casa, marcamos distancia y eso estaba bien, yo intentaba olvidar lo que había pasado. Lo que no noté es que en ese proceso yo siempre tenía una tristeza que me volvía a deprimir. Creo que es como un vacío que te hace perder el sentido de la vida. Siempre me ponía a llorar en el micro.
Después de eso tenía muchos encuentros con hombres en el micro que se masturbaban, que se ponían erectos frente a mí. Y yo sentía que todo eso era mi culpa. Entonces empecé a subir de peso porque sentía que era la única manera de no gustarle a la gente.
Subí tanto, me sentía muy fea, tan mal. A estar gordita la ropa también te viste mal, y mi papá decía que me vestía muy afeminada, que provocaba a los hombres. Entonces empecé a vestirme como un hombre, ya no quería más ser una mujer.
Un día me pasó algo con un chofer de micro. Todos los pasajeros se bajaron y yo era la única. El tipo cerró la puerta, frenó el micro e abrió la bragueta. Yo ya estaba harta, lo golpeé, me lancé al piso y allí me quedé. Estaba llorando, tenía miedo. Pensaba como podría contar a mi mamá. Pasé toda la tarde pensando que hacer. Fui a mi casa al encontrar a mi mamá cocinando feliz, me sentí tan impotente que no le conté.
Tengo los recuerdos muy confusos en verdad porque pasé todo ese tiempo intentando olvidar. Cuando iba a cumplir 17 años, le conté por la primera vez a una profesora de biología, que nos daba clases sobre reproducción sexual. Ella me dio un libreto de testigo de Jehová y me dijo que Dios todo perdona, que todo estaba bien, que leyera, que no había nada que hacer.
Era la mejor alumna de todo mi colegio, pero adentro sabía que no quería vivir. Caminaba por la calle solo para que me atropellan. Empecé a provocarme el vómito y mi mamá sentía que perdía el control porque ya no hablaba con ella.
Me vestía todo de negro. Pensaba que en este mundo todo es oscuro, que el mal es real y el bien es algo que te engaña. Todo es malo. Un día ya estaba harta y decidí que me iba a suicidar. Pensé como sería mi último día. Luego fui a donde mi mamá, ella me preguntó que estaba pasando y empecé a gritar que no aguantaba más. Y allí comencé a contarle todo. Tenía 16 años. Tiempo después descubrí que también esto había pasado con mi hermana. Me sentí muy culpable.
Hablo ahora para ser útil para los otros, pero si pienso en mí no encuentro razón. Cuando llevaron mi caso a la Justicia, me llevaron al médico forense, lloré mucho, dijo que no había nada y que yo estaba bien. Yo tampoco me acordaba de los detalles de cuando todo pasó. Entonces la abogada llegó a insinuar que estaba mintiendo y haciendo de algo chiquito una cosa muy grande.
Por esa declaración mi papá me dijo que estaba mintiendo, yo lloraba y me cerré en mi cuarto. Me informaron que mi caso estaba prescrito. Lo que quiero es sanidad, lo que quiero es despertarme y no ser yo, no sentirme una fracasada.
Dias antes de salir la sentencia, la familia del agresor fue a nuestra casa a decir que yo estaba mintiendo. Pensé: “Si este tipo dice en frente de toda mi familia que todo es verdad, voy a perdonarlo y a parar todo ese proceso”. Yo sentía que le hacía daño a mis tíos. El negó todo, toda mi familia se puso al lado de él.