La Comisión Interamericana de Derechos Humanos sigue la situación de los derechos humanos en Nicaragua, en particular desde el inicio de los actos de violencia ocurridos a partir del 18 de abril de 2018 en el marco de la represión estatal a las protestas. Al cumplir un año de seguimiento, la CIDH publica una serie de testimonios de víctimas de la violencia y sus familiares.
“La prisión de seguridad máxima fue una de las experiencias más duras que viví”
El testimonio del estudiante de derecho Levis Artola Rugama, que fue capturado en una marcha estudiantil en 2018 y quedó seis meses detenido en el sistema penitenciario de Nicaragua
“Soy estudiante de derecho en la UNAN (Universidad Autónoma de Nicaragua), un joven cristiano, hago esculturas y también vendía artesanía.
En la coyuntura política que vive el país desde abril, yo entré en lleno debido a que me llamó la atención de que todas las universidades estaban siendo protagonistas de la lucha contra el gobierno. En la universidad de Managua, la cuál yo pertenezco, los estudiantes estaban en la calle protestando con los campesinos, feministas y ambientalistas, pero no desde la universidad, como pasaba con las otras.
La universidad estaba cerrada desde el 18 de abril. Entonces yo hui de casa en mayo, me corri de mis padres, que me tenían muy limitados a salir porque sabían que me iba a meter, y me fui a Managua. Yo vivía en el departamento de Matagalpa. Me fui a la capital, me uní al movimiento estudiantil, con los estudiantes de mi carrera.
Promovimos una manifestación por la abertura de clases en el 27 de mayo de 2018 y fue el inicio de ocupación de la universidad, que duró 2 meses, y que terminó con el ataque final, la Operación Limpieza que hizo el gobierno.
Nos estábamos organizando con estudiantes a nivel nacional, haciendo resistencia y oposición cívica. El 25 de agosto, me capturaron en la ciudad de León, después de una marcha con el movimiento estudiantil. Me llevaron a la estación departamental de la policía de León, donde quedamos desde las 3 de la tarde hace las 11 de la noche. Ahí nos tomaron datos, nos revisaron, nos golpearon y nos pusieran inmóviles. Después nos trasladaron hasta El Chipote, en Managua, también una experiencia traumática. Eran personas muy violentas, crueles. Estuvimos en El Chipote por 11 días. Fuimos acusados de terrorismo, daños contra el Estado, secuestro, robo, portación ilegal de arma.
Primero estuve en La Modelo, en la galería 16-1. Por siempre estar cantando el himno, y expresándome, me llevaron a la celda de castigo, aislada. Por tres meses me quedé allí, una experiencia muy dolorosa, cruel y triste. Estuve con depresión, era insalubre, había plagas, no tenía agua suficiente, nos golpeaban la puerta para no dejarnos dormir, no dejaban pasar toda la comida que nos llevan nuestros familiares.
En el 19 de febrero, estábamos cantando el himno, gritando insignias y música patriótica. Esa fue la vez que me trasladaron a la máxima seguridad, que estaba muy mal también. Allí hubo un enfrentamiento con un joven que estaba en la celda. Estábamos diez personas en una celda pequeña. Nos inmovilizaron, echaran gas en la celda, desmayó uno de los muchachos, nos golpeaban. Nos apartaron y llevaron a otro lugar, donde estuvimos de la 1 de la madrugada hasta las 11 de la mañana.
Esa fue unas de las experiencias más duras que viví. Lo que hicieron fue prender nuestras manos y pies detrás de nuestra espalda, hicieron intencionalmente para causar mucho dolor, también inflamó, quedaron moradas mis manos, tenía mucho dolor por todo el cuerpo. Gritaba, estaba muy angustiado. Pedía auxilio, pero nunca llegó.
Después me llevaron a la máxima seguridad, cortaron mi cabello violentamente, estaban le arrancando. Me dejaron en una celda pequeña, en la oscuridad siempre. No había luz, no había agua todo el día, no nos dejaban pasar comida, solo algunas pocas cosas.
Estuvimos asfixiados por el calor, no entraba aire. Casi un mes nos quedamos allí. Siempre con trato inhumano, agresivo, denigrante, ofensivo. Todo es al golpe y patada siempre. Nos desnudaban, nos dejaban así en los pasillos. Siempre con perros cerca de uno, agresivos y amenazando, intimidando. En máxima seguridad nos enfermamos y los medicamentos nunca pasaron.
A la 1 de madrugada llegaron para soltarnos. Estábamos dormidos, nos sacaron afuera, sin camisa, desnudos, y me trasladaron a otro lugar. Me hicieron poner una ropa vieja, firmé documentos que no leí y me llevaron a mi casa donde me entregaron a mi abuela.
Salí bajo un régimen de convivencia familiar. Ese régimen permite que haya asedio, persecución, que se ponga riesgos a nuestra vida, porque todavía están los grupos armados y están muy enojados por nuestra salida, querían vernos destruidos. Ha habido amenazas, asedio. Tuve que cambiarme de habitación.
Casi morí por varias veces, disparaban para matar en las marchas. Mi familia no quiere que siga participando de actividades políticas, pero no voy a parar.”
“Desde el momento que mi hijo fue apresado, perdí el miedo y empecé a denunciar públicamente”
El testimonio de Brenda Gutiérrez, presidenta del Comité Pro Libertad de Presas y Presos Políticos y la madre del líder estudiantil Kevin Rodrigo Espinoza, detenido y condenado a 17 años y 6 meses.
“A mi hijo Rodrigo lo detienen en el 11 de julio de 2018. La noticia llegó por las redes sociales. Él era bastante reconocido, su liderazgo ya se había hecho público. Los agarraron a él y sus compañeros en una camioneta con paramilitares encapuchadas. Inmediatamente identifican quienes son, un vecino toma un vídeo y fotos y publica en las redes sociales. Nos llaman e fuimos moverse a ver que se podía hacer.
Mi hijo era estudiante de ingeniería agrícola y de música. Pertenecía a lo coro de las universidades, salía a cantar, a tocar instrumentos musicales y también era un líder dentro de su seccione n la universidad, pero no tenía involucramiento en política, era bastante calmo.
Mi vida antes que esto se iniciara era normal, estaba como ama de casa a cuido de mis dos hijos.
En la crisis, Rodrigo decidió participar en esta protesta y se convirtió en un líder en la universidad. En junio abandonaron los estudios para poder salir a dar ayuda humanitaria fuera de la universidad y apoyar todas las trincheras que había en el país. De mi parte siempre le apoyé.
Estaba preparada psicológicamente que en algún momento le iban a apresar, inclusive pensé algo peor por lo que estaba sucediendo. Para mí fue un golpe duro como madre, pero al mismo tiempo le di gracias a Dios que fuera aprisionado y no lo mataron.
Ya había hablado con mi hijo diciéndole que dejara todo porque era peligroso pero el decía que era su deber estar metido en esto, defender a su tierra porque estaba muy lleno de injusticias, muchas personas muertas.
Soy madre soltera, la lucha ha sido precisamente porque mi hijo solo a mí me tiene. Tengo una hija la cual mantengo bajo una vigilancia y cuido permanente para que no involucre en nada.
Rodrigo tiene visita una vez por mes y tiene ingreso a paquete alimenticio una vez por semana. Tiene nueve meses en la celda de castigo, que llamamos de “infiernito”, porque es totalmente cerrada, sin oxigenación, sin luz solar.
Desde que lo apresaron lo identificaron como líder y ha sido difícil todo el trato que ha tenido allí. Fue uno de los primeros que trasladaron directamente a esa celda de El Chipote. Él fue condenado a 17 años y 16 meses por delito de terrorismo, obstrucción de vías públicas e tráfico de municiones.
Desde el momento en que fue detenido lo golpearon fuertemente, arrancaron una uña de su pie. Inclusive todavía tiene cicatrices del golpe.
Su espirito sigue ferviente, activo, positivo. Físicamente está agotado, porque no tiene suficiente descanso. A media noche le llegan a tocar, le ponen perros cerca para que no lo dejan dormir. Está bastante agonizado, no tiene sol y eso lo debilita.
El miedo todo nicaragüense lo tiene. Él me dice que le da miedo que me pasa algo pero que tengo que seguir porque si no sigo no valió la pena hacer todo esto. El me motiva a seguir luchando por todos los presos, denunciando públicamente en los medios y levantando nuestra voz por justicia y libertad.
El momento llegó en que viré líder y no fue planificado. Se dio la necesidad de tomar el toro por los cuernos para que pudiéramos hacer algo. Desde el momento que mi hijo fue apresado, perdí el miedo y empecé a denunciar públicamente.
Al ver algunas madres lo que yo hacía, algunas se motivaban también porque antes tenían miedo de dar rostro por temor a represalias o asedio. Sin embargo, yo daba, no me importaba y eso les motivaba a seguir mis pasos. Y fui creando ese liderazgo. Criamos un comité y ahora somos la directiva del comité y estamos en la lucha.
Hemos sido víctimas de asedio, inclusive tuve que abandonar mi casa por un momento. La policía me buscaba con nombre y apellido. Igual me compañera tuvo que abandonar su casa ya tiene 5 meses. Pero nada va a nos detener.
Tengo un trabajo, pero sin ingreso. Me convertí en una defensora de derechos humanas y ahora le dedico 24 horas del día, 7 días de la semana. Hago con todo el corazón y alma. Mi miente se mantiene ocupada y me ayuda a hacer algo por los demás.”
“Me levanto en la madrugada y pregunto por qué pasó eso con nuestro hijo”
El testimonio de Carlos Pavón, el padre de Richard Pavón, estudiante de 17 años muerto a balazos en Tipitapa, Nicaragua
“Pasó en el 19 de abril. Yo venía de mi trabajo normalmente, como todos los días. Vine a mi casa, pregunté por mi hijo, Richard, y mi esposa me dijo que él no estaba, que posiblemente estaba en sus pláticas de comparsa. Unos 15 minutos después vino un grupo de jóvenes a avisarme que el había sido baleado en una protesta cerca de la alcaldía. Yo pensé: ¿qué pasó, ¿Por qué?
Me dijeron que el balazo fue en el corazón. Yo y mi esposa nos fuimos corriendo al hospital, fue difícil porque había bastantes protestas, los vehículos no pasaban fácilmente.
Cuando llegamos, el médico me dijo que mi hijo había fallecido y que podría pasar a verlo. Mi esposa no quiso entrar, se quedó sentada, no quería ver a nuestro hijo así. Yo entré y estaba muerto en una camilla fuera del hospital en un pasillo.
Fueron de ocho a nueve impactos de bala. El más certero fue en el corazón. Tenía otro en la mejilla, en el hombro, otro en el brazo derecho, algunos en las espaldas y en el otro hombro igual.
Un año después de su muerte, desgraciadamente, no hay ninguna información sobre quien lo mató. Nunca nos dieron información, la fiscalía, la policía, nada. Está archivado el caso de mi hijo.
En el año anterior a su muerte, Richard salía con la Juventud Sandinista. Incluso repitió el cuarto año de la escuela por causa de eso y ordenamos que parara porque los estudios eran lo más importante. Así que en 2018 estaba en quinto año y l iba bastante bien en los estudios.
Lo que pasó es que mi hermana llegó al hospital a ver Richard y preguntó en voz alta: ¿cómo era posible que la alcaldía matara al chavalo si los conocían? Entonces una persona en el hospital escuchó eso y dijo que era de la Juventud. Pasaron ese informe a la vice presidenta y dijo que mi hijo era de Juventud y que murió defendiendo la alcaldía. Y eso nos desmentimos. No fue así. El murió por la protesta.
Sinceramente, no sabía que Richard iba a las protestas. Mi esposa trabaja todo el día, igual que yo, en la zona franca, hacemos ropas. Estaba fuera de las noticias por completo.
Votábamos por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) pero ahora no más después de la muerte de mi hijo. Muchas veces hemos ido a las protestas porque exigimos justicia.
Él tenía 17 años, le gustaba estudiar, tenía aspiraciones de tener una carrera y ser algo en la vida. Era muy alegre, bailaba, tenía muchas amistades.
No es igual la casa. Todo cambia. Es que nunca va a ser igual. Lo recuerdo todos los días. Si yo veo ropa en el mercado, yo sé qué le gustaba. Hace mucha falta. Me ayudaba. Está presente siempre en nuestros corazones. Hay veces que me levanto en la madrugada y pregunto por qué pasó eso con nuestro hijo”.
“Decidi quedar en Nicaragua y luchar hasta que no pueda por los derechos de mi pueblo”
El testimonio de Vilma Núñez, ex-activista del Frente Sandinista de Liberación Nacional y presidenta del CENIDH (Centro Nicaragüense de Derechos Humanos)
"Mi casa era prácticamente la casa de seguridad de importantes dirigentes de la guerrilla sandinista. También fui chofer de la dirigencia del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
En 1979, la guardia de Anastasio Somoza entró en mi casa en León disparando y empurrando los portones en busca de guerrilleros. No había ninguno, pero encontraron armas que yo no sabía que estaban allí.
Detuvieron a mi marido. Mi marido y yo habíamos acordado de que uno de los dos tenía que salvarse por nuestros hijos. Tendría que ser él porque yo estaba más metida en cosas, entonces le dije a la guardia que a él no tenían por qué llevarlo, que a quien estaba buscando era a mí.
En la cárcel fui interrogada, pasé 3 días en sesiones de 3 horas donde me torturaron. Lo más terrible era que me quitaban la ropa, me dejaban solo con capucha, tiraban agua en el piso, me hacían tocar allí y ponían descargas eléctricas.
Fui acusada por tráfico de armas por 10 años y me aplicaron una multa. Una semana antes del triunfo de la revolución, fui liberada mediante una fianza. Unos días después fui nombrada vice-presidente de la Corte Suprema de la Justicia.
Fue iniciativa mía crear el CENIDH en 1990 con la idea de que existiera en el país un organismo no gubernamental independiente que velara por la vigencia de los de derechos humanos.
Quizás el principal problema que tuvimos que enfrentar fue que la gente no creyera que CENIDH sería una organización independiente dado que su fundadora era una militante sandinista. Pero a nuestra oficina llegaron gente de todos los colores, importancia política de todo tipo y muy pronto el CENIDH se convirtió en el organismo más importante en materia de derechos humanos. Practicamos una defensa no formal que es prácticamente acompañar la gente al lugar donde ocurrió la violación. Creé la frase: “el escritorio no es el mejor lugar para defender los derechos humanos”. Significa prácticamente estar enfrentado permanentemente al poder que lo viola.
Desde que Daniel Ortega asumió el poder, en 2007, veníamos prácticamente sufriendo una serie de exclusiones, estigmatizaciones, amenazas de muerte. Mi casa en León, donde se escondían los guerrilleros, la pintaran de rojo y negro de la juventud sandinista, una forma de amenaza. En 2008 el equipo de CENIDH y yo obtuvimos medidas cautelares de la CIDH.
Así pasamos hasta que llegó una de las escaladas represivas del gobierno y empezó a amenazar y agredir a organizaciones de la sociedad civil. Sin aplicar ningún juicio, en dos horas la Asamblea Nacional canceló la personaría jurídica de CENIDH diciendo que nosotros habíamos desviado de los objetivos de defender los derechos humanos y apoyar un golpe y hacer terrorismo.
En el día 13, como vulgares ladrones, cerca de 60 policías se metieron por el techo, rompieron el techo, escalaron nuestras instalaciones, amarraron de pies y manos al muchacho celador y casi lo matan. Lo mantuvieron 4 horas amarrado de esa forma, golpeándolo. Prácticamente destruyeron todos los equipos, incluso nuestras cosas personales y congelaron nuestras cuentas en el banco.
En el día siguiente nos rodearon con cinta amarilla a las instalaciones y ya era imposible acercarse ahí.
Definitivamente en Nicaragua nadie puede vivir sin temor. Todos están sujetos a agresiones y en cualquier momento a todos nos puede pasar. Pero he decido permanecer en mi país, no moverme y luchar hasta que no pueda por los derechos humanos de mi pueblo. Hagan lo que quieran, definitivamente no puedo que decir que no tengo miedo, pero no me va a paralizar."